Durante los primeros siglos de la cristiandad el celibato no
jugaba un significante papel en la vida de los primeros cristianos.
Pedro, el primer Papa, y los apóstoles que Jesús eligió,
eran en su mayor parte casados. Y aunque durante los siglos siguientes, los
gnósticos creyeron que una persona no puede estar casada y ser perfecta al
mismo tiempo, la mayoría de los sacerdotes cristianos-gnósticos disfrutaban de
los placeres conyugales.
Sin embargo, no fue hasta el año 306, después del Concilio
de Elvira (Hispania), cuando se declaró que: “Un sacerdote que duerma con su
esposa la noche antes de la misa perderá su trabajo”. Y aunque en concilios
posteriores se declaró que los sacerdotes no podían casarse ni tampoco dormir
con sus esposas, en realidad no alteró la forma de vida de los sacerdotes ya
casados.
Dos siglos más tarde la Iglesia Católica, empezó a tomar
acciones de castigo contra los sacerdotes casados. En el Segundo Concilio de
Tours (año 567) se establece que: “Todo clérigo que sea hallado en la cama con
su esposa sería excomulgado por un año y reducido al estado laico”.Pero veinte
años más tarde el Papa Pelagio II decidió, rebajar la tensión y no actuó contra
ellos, siempre y cuando no se beneficiaran sus esposas e hijos de las
propiedades de la iglesia.
Esta medida, se tomó como alternativa ya que en aquellos
días, la mayoría de los sacerdotes estaban casados y, según San Bonifacio,
prácticamente ningún obispo o sacerdote era célibe. Incluso en el año 836, en
el Concilio de Aix la Chapelle, se admite abiertamente que en los conventos y
monasterios se han realizado abortos e infanticidios para encubrir las
actividades de clérigos que no practicaban el celibato.
Un siglo más tarde, San Ulrico argumenta que la única manera
de purificar a la iglesia de los peores excesos del celibato es permitir a los
sacerdotes que se casen.
Sin embargo, a partir del siglo XI la política a favor del
celibato empieza a ganar fuerza y aunque el Papa Benedicto IX se dispensa a sí
mismo del celibato y renuncia del papado para poder casarse, a finales del
mismo siglo, el Papa Urbano II ordenó que las esposas de los sacerdotes fueran
vendidos como esclavos y sus hijos abandonados.
Finalmente en el año 1123, el Papa Calixto II durante el
Concilio de Letrán decretó que los matrimonios clericales no eran válidos y
años después en 1139 el Papa Inocencio II confirmó el decreto convirtiéndose el
celibato en una norma de la Iglesia.
Sin embargo este proceso de transición en la iglesia
católica fue lento y no exento de dificultades. De hecho, en el s. XV, todavía
el 50% de sacerdotes eran casados.
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